Cómo evitar residuos en casa

Está claro que nadie quiere llenar la casa de residuos, pero no siempre sabemos cómo evitarlos. Las opciones cuando vamos a comprar son las que son y, además, las etiquetas incluyen cada vez más mensajes que complican la decisión: sostenible, reciclable, de plástico reciclado, compostable… Cuesta entenderlo. 

En esta guía encontrarás herramientas y criterios para satisfacer tus necesidades sin agravar el problema de los residuos; con soluciones para evitar productos de un solo uso, pero también para reducir los residuos orgánicos, textiles y de aparatos eléctricos y electrónicos.

La palabra mágica para evitar los residuos es prevención. Y esto sirve para todos los tipos de residuos: envases ligeros, papel, vidrio, orgánicos, textiles, aparatos eléctricos y electrónicos… para todos. La mejor manera de evitar generar residuos, y también de reducir otros impactos ambientales de nuestro día a día, es reducir el consumo.

Por eso, cuando tenemos una necesidad, el primer paso siempre debe ser valorar si realmente es necesario satisfacerla y, en caso afirmativo, si para hacerlo es imprescindible comprar. A veces, la necesidad se puede cubrir pidiendo prestado un objeto o aprovechando algo que ya tenemos en casa. Haciendo esto, evitamos compras impulsivas y también reducimos gastos. 

En caso de que decidamos que sí necesitamos comprar, entonces debemos revisar qué opciones tenemos a mano para hacerlo sin generar residuos y sin malgastar recursos.

Evitar productos de un solo uso

El modelo productivo y la cultura de un solo uso conllevan un despilfarro de recursos insostenible en un planeta finito e inmerso en una crisis ecológica. Invertimos grandes cantidades de materiales y energía en fabricar y transportar productos y envases que, después de un solo uso, se convierten en residuos: desde cápsulas de café hasta maquinillas de afeitar.

Pero ¡hay alternativas! Y aquí aparece otra palabra clave para evitar residuos: la reutilización.

Menos residuos orgánicos

De los residuos que generamos en el hogar, los restos alimentarios representan el mayor porcentaje del peso de la basura: un 33%. Si a este porcentaje le sumamos los restos de poda, alcanza hasta un 37%.

Bien separados, los residuos orgánicos municipales se pueden convertir en compost, que aporta fertilidad al suelo. Pero el transporte y tratamiento implican un gasto energético importante y emisiones de gases de efecto invernadero. Además, la ARC estima que más del 20% de estos residuos son alimentos desperdiciados. Es un dato importante, porque cuando se tira comida que era comestible, también se desperdician el agua y los recursos usados para producirla y transportarla.

Para evitar este desperdicio y reducir el impacto ambiental de la gestión de residuos orgánicos municipales, hay dos grandes medidas que la ciudadanía puede tomar: reducir el desperdicio alimentario en el hogar y hacer compost casero o comunitario (ver  la Guía de autocompostaje para la ciudadanía).

Armarios sostenibles

La ropa no es un bien de consumo cualquiera. Se considera de primera necesidad y forma parte de la vida diaria de la población mundial. En torno a esta realidad se ha desarrollado una potente y problemática industria textil. Uno de los problemas asociados a este sector es la cantidad de agua necesaria en los procesos de producción. Por ejemplo, según datos recogidos por la ARC, para elaborar una camiseta se usan 2.700 litros de agua, equivalentes a 70 duchas, mientras que para unos jeans se pueden llegar a gastar 11.000 litros, que equivalen a 285 duchas.

En Cataluña, cada persona compra de media 34 prendas de ropa al año. De la ropa que se desecha, solo el 12% se recoge de forma separada, mientras que más de 147.000 toneladas se incineran o acaban en vertederos cada año. En el ámbito europeo, el 35% de los residuos textiles se destina a los llamados “mercados exteriores,” donde no siempre se reutilizan. Muchas de estas prendas acaban en enormes pilas abandonadas en entornos naturales, como en algunos desiertos de África.

Aparatos eléctricos y electrónicos

En todos los hogares hay muchos aparatos eléctricos y electrónicos: tostadoras, televisores, móviles, ordenadores, secadores… Y todos acaban convirtiéndose en residuos en algún momento. Según datos de la ARC, en 2019 en Cataluña se recogieron 5,84 kg de este tipo de residuos por habitante, es decir, casi 45.000 toneladas. El gran problema es que estos residuos no dejan de crecer, que muchos tienen una carga tóxica importante que puede perjudicar la salud humana y contaminar el medio ambiente, y que gran parte no se está gestionando correctamente.

Esto implica una gran pérdida de recursos, ya que se trata de productos que a menudo contienen materiales escasos y muy valiosos que podrían recuperarse.

Parte del problema lo origina la propia industria, que recurre a estrategias de obsolescencia programada para acelerar la renovación de aparatos. Es el caso, por ejemplo, de los móviles, que a menudo se renuevan porque ya no son compatibles con las nuevas versiones de las aplicaciones o porque la batería agota su vida útil y el diseño del aparato no permite cambiarla. Últimamente, algunas leyes han establecido medidas para proteger a los consumidores. Por ejemplo, ahora los productos nuevos tienen tres años de garantía y las empresas deben suministrar piezas de repuesto durante diez años.

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